jueves, 22 de diciembre de 2011

SEGUNDA CARTA AL CORAZÓN DE MIS CONCIUDADANOS Y CONCIUDADANAS - POR LA DRA. MARÍA ELVIRA MARTÍNEZ DE CAMPOS



ATENEO DE LENGUA Y CULTURA GUARANI
Maitei horyvéva opavavépe
David Galeano Olivera

SEGUNDA CARTA AL CORAZÓN DE MIS CONCIUDADANOS Y CONCIUDADANAS
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Inicio este mensaje en la misma forma que había iniciado mi primera carta el 07‎ de ‎febrero‎ de ‎2010, igual que aquel este mensaje, va dirigido al corazón de mis conciudadanos, lo escribo angustiada por la situación de los indígenas, no deseo analizar si tienen razón o no, si son o no manipulados por razones políticas, si son civilizados o no. Sólo me interesa mirarlos como seres humanos, criaturas de Dios, paraguayos, como nosotros, abandonados y destinados a vivir en la indigencia, en una pobreza que lastima.
Lo escribo hoy 21 de diciembre de 2011 fecha en que se cumplen 500 años del recordado Sermón pronunciado el domingo 21 de diciembre de 1511, cuarto domingo de Adviento, en el que se lee el pasaje del Evangelio de San Juan, donde dice: «Yo soy una voz que clama en el desierto» (Jn 1, 23). El sermón fue pronunciado por un fraile dominico, Fray Antón Montesino, quien subió al pulpito como portavoz de la primera comunidad de dominicos en el Nuevo Mundo, en Santo Domingo, para dar el sermón preparado previamente y firmado por todos los frailes. Sermón conocido como el «Sermón de Adviento» considerado el primer grito de justicia que se escuchó en el Nuevo Mundo, este lanzó la primera denuncia y protesta contra los explotadores de los indígenas, sin tener en cuenta que, como recién llegados, necesitaban del apoyo y la amistad de los conquistadores y las autoridades de la Isla La Española, les enrostró su conducta anticristiana, les puso de presente la dignidad humana de los nativos y les reclamó su responsabilidad de cristianos.
Ego vox clamantis in deserto
«Para os los dar a cognoscer me he sobido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto desta isla; y, por tanto, conviene que con atención, no cualquiera sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír». «Esta voz [os dice] que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué auctoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades [en] que, de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y cognozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado [en] que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo».
Primera Comunidad de Dominicos en América[4
¿A quinientos años no estamos haciendo lo mismo que aquellos explotadores de los indígenas?, ¿No estamos demostrando una conducta anticristiana?, ¿No estamos desconociendo la dignidad humana de los indígenas? ¿No estamos acaso eludiendo nuestra responsabilidad de cristianos?¿No estamos acaso actuando sin solidaridad y con cobardía, mirando cómo viven los indígenas actualmente en nuestro país.
Los invito a demostrar la misma valentía de la que hizo gala Fray Antón de Montesinos, quien el domingo siguiente, 28 de diciembre de 1511, con la iglesia abarrotada de gente, de nuevo subió al púlpito para pronunciar el sermón, mientras los presentes esperaban la retractación pública exigida por las autoridades de La Española, comenzó diciendo:
«Tornaré a referir desde el principio mi sciencia y verdad, que el domingo pasado os prediqué y aquellas mismas palabras, que así os amargaron, mostraré ser verdaderas». Bartolomé de Las Casas, uno de los enfurecidos encomenderos presentes, nos relata sus palabras:
«Oído este tema, ya vieron luego los más avisados adonde iba a parar, y fue arto sufrimiento dejarle de allí pasar. Comenzó a fundar su sermón y a referir todo lo que en el sermón pasado había predicado y a corroborar con razones y autoridades lo que afirmó de tener injusta y tiránicamente aquellas gentes opresas y fatigadas, tornando a repetir sus secuencias; que tuviesen por cierto no poderse salvar en aquel estado; por eso, que con tiempo se remediasen, haciéndoles saber que a hombre de ellos no confesarían, más que a los que andaban salteando, y aquello publicasen y escribiesen a quien quisiesen a Castilla».
Paraguayos, Asuncenos, actuemos con valentía, hagamos algo, expresemos nuestra solidaridad con nuestros hermanos, que sufren el abandono. Hagamos conocer nuestra protesta por tanta marginación y exclusión a que son sometidos. No, para originar nuevos problemas o marchas y contramarchas, muy lejos de mi ánimo.
-Sí, porque no podemos continuar permitiendo, que niños y niñas se inicien en el camino de la droga y la prostitución.
-Sí, porque no podemos ver con indiferencia en cada esquina a famélicas mujeres, y hambrientos niños mendigando.
-Sí, para hacer conocer nuestra solidaridad.
-Sí, por ayudarlos a conseguir más atención a sus necesidades.
-Sí, para lograr el interés de las autoridades por atender sus reclamos, en este momento tan difícil para ellos.
-Sí, para que ellos sepan que los sentimos paraguayos con derechos y obligaciones como nosotros, enseñémosles desde su cultura a vivir dignamente, como personas.
Hoy como hace 500 años, estamos en tiempo de adviento, preparémonos para recibir el Nacimiento de Jesús, con el corazón limpio, con espíritu de justicia, con muestras de solidaridad, miremos a los indígenas su pobreza, la miseria en que viven , las condiciones infrahumanas en que ven transcurrir sus amargos días.
Angustiada por su penosa situación, y al no poder conciliar el sueño, escribo este llamado a tu corazón, porque estoy segura que los valores del paraguayo están presentes en el tuyo, la solidaridad, la projimidad, el “a buen tiempo”, que practicaban nuestros padres y abuelos, ese “ñande reko” paraguayo que parece diluirse en tanta modernidad y globalización.
Dra. Maria Elvira Martinez de Campos
Asuncion, 21 de diciembre de 2011

Para leer la Primera Carta, hacer clic en (http://cafehistoria.ning.com/profiles/blogs/carta-al-coraz-n-de-mis-conciudadanos-y-conciudadanas-por-la-dra)

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